A mi mamá
Con 72 jóvenes
años y cobrando una magra jubilación,
todavía tiene la fuerza y la voluntad para seguir luchando con tesón.
A pasos cortos y con agilidad transita día a día,
bajo el ardiente verano y el crudo invierno buscando una alegría.
Cuadras y cuadras
recorre con la ilusión de continuar con su misión,
en un lugar donde desde hace tantos años se siente acogida,
por hacerla sentir que todavía está en la plenitud de su vida.
Fiel a sus horarios de rutina y fuerte como un roble
no hay inclemencias del tiempo que la doble.
En las cálidas noches de verano de regreso a su hogar
busca el descanso tan anhelado y el cariño de los que supo criar.
Así el tiempo sigue su curso y para ella no hay días distintos,
la mueve de alguna forma el instinto y buscando el abrigo para su cuerpo
curtido por el paso de los años y sus pies sin más abrigo que su calzado.
¡Deben ser fuertes como raíces que alimentan un gran árbol!
Y en la fría noche, en el medio un gran brasero
donde calienta sus pies entumecidos, está una gran pava humeante
para saborear el mate que le entibia la vida, expectante
espera el momento para reposar su cuerpo cansado.
Y sueña, tal ves
con un tesoro, tal vez con un pasado.
¡Vamos mamá! duerme ya... deja de soñar, que mañana es otro día.